A pesar de que a primera vista, la arquitectura parecería un concepto distante al de seguridad social, resulta elemento fundamental en la materialización de los beneficios que se vislumbraron hace 80 años con la creación de la CISS. La relación más evidente tiene que ver con edificaciones hospitalarias, sin embargo, el anhelo de seguridad social y la arquitectura no estaría relacionado únicamente con la salud.
En el caso de México, país sede de la CISS, es muy ilustrativo en este sentido porque para la fecha en que se convocó a la primera Conferencia Interamericana de Seguridad Social, en 1942, habían pasado ya 18 años de haberse promulgado la ley chilena que implantó, por primera vez en América, el Seguro Obligatorio de Enfermedad, Maternidad, Invalidez, Vejez y Muerte. Es decir, México no fue pionero en seguridad social sino que fue apenas en el marco de la primera Conferencia Interamericana que don Miguel García Cruz, delegado de México, presentó el anteproyecto Mexicano de Ley de Seguro Social donde se establececían las bases para la posterior creación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
El IMSS no comenzaría su operación sino hasta 1943 con la apremiante necesidad de construir las edificaciones para atender a un número creciente de derechohabientes. En el primer año de operación, se dispuso a acondicionar casas para prestar los difrentes servicios de salud que debía proporcionar y, al año siguiente su entonces director, Ignacio García Téllez, creó la Comisión de Planificación de Hospitales y Clínicas.
Debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial, que provocaría escasez en los insumos para la construcción, el ritmo en que era posible edificar y echar a andar hospitales fue lento, pero en la década de los sesenta, durante la administración de Benito Coquet al frente del IMSS, el Instituto mantuvo un fuerte impulso hacia la construcción de edificios para la seguridad social.
Entre las obras realizadas en esa época destacan unidades habitacionales, que incluían clínicas, teatros, zonas deportivas, áreas de esparcimiento, centros comerciales, escuelas, etcétera. Además, se construyeron importantes hospitales regionales y el Centro Vacacional Oaxtepec, al que le siguieron otros en La Malinche (Tlaxcala) y Atlixco (Puebla).
El hecho de proporcionar viviendas, espacios recreativos y educativos, era la forma de materializar la pregonada seguridad social para los mexicanos y quien encabezó la tarea fue el IMSS ya que el Estado mexicano fundó el Instituto Nacional de Vivienda (INVI) hasta 1954, cuando ya se habían inaugurado por parte de la seguridad social las unidades de Santa Fe (1956) y Tlatilco (1957).
Una de estas emblemáticas unidades habitacionales fue la Unidad Independencia, el antecedente arquitectónico de las instalaciones del CIESS y actualmente la secretaria general de la CISS.
En su discurso inaugural de la Unidad Independencia, Benito Coquet confesó que uno de los principios rectores de este proyecto había sido más espiritual que material, inspirado en la utopía de Tomás Moro y en Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán, y sus proyectos de hospitales-pueblos de Santa Fe y Atamatao, guiados por la premisa de que era posible “vivir sin necesidad y con seguridad”. Bajo este criterio, y apegado a los preceptos de la seguridad social como una cadena de servicios que permitiera al individuo gozar de tranquilidad, salud, esparcimiento y educación, se decidió que esa nueva Unidad Habitacional se construyera a escala humana, es decir, a la medida de quien iba a habitarla. Se ofrecería a los trabajadores y a sus familias “más que un techo para guarecerse, un conjunto de servicios sociales”.
Se modificó la tendencia prevaleciente de construir habitaciones aisladas que propiciaban el encierro y la falta de convivencia entre vecinos, y se optó por adoptar lo que Coquet llamó la “moderna doctrina de la convivencia basada en el empleo de servicios comunales y en la aplicación de prestaciones sociales.”