En mi caso, en cuanto a mi sexualidad, me daba cuenta que no hacía cosas que otras mujeres sí, pero eso no me hacía tener claridad de que yo fuera homosexual. Yo creo que acepté mi homosexualidad cuando estaba viajando por Brasil. Brasil hizo eso en mí, que aceptara esos cambios y que entonces yo pudiera regresar y decir claro, ¡esto es! Para mí no fue tan claro desde chamaca.
Creo que para fines contextuales, cabe aclarar que tengo casi 50 años y que la manera en que se vive la homosexualidad hoy en día es muy distinta a hace 30 años. Creo que fue desde la primaria que tenía dudas, pero no lo ubicaba literalmente como homosexualidad sino con un no gusto de otras cosas. Y sigues los preceptos culturales hasta que entiendes que no te definen.
Lo que siempre he añorado en todos los aspectos de mi vida era tener claridad y creo que tiene que ver con eso, tener claridad en ese aspecto tan siquiera, fue como un respiro. Es como cuando de repente te diste cuenta que esto que pensabas que era medio raro tenía un nombre y que hay mucha gente como tú.
Me parece muy importante que la gente sepa cuánta gente hay igual que ellos. Aunque frente a la transexualidad y la pansexualidad, la homosexualidad ha quedado un tanto relegada, ya se ve como algo más natural, más sabido.
La claridad logró hacer que me relajara y entendiera hacia dónde dirigirme. Entendí que yo no era la que tenía un problema, sino que la gente tenía un problema conmigo, pero eso les corresponde resolver a ellos y no a mí. Entonces dejas de culparte por cosas que hace la gente en tu contra. A mí me corrieron de taxis, me hablaron feo, me corrieron de lugares por el simple hecho de ser homosexual. Eso no quita que te sientas mal, pero una vez que lo aceptas entiendes que no tiene que ver contigo.
Mi salida del clóset se dio entre llantos y mucha confusión, pero lo que aprendí mucho de ese proceso fue era uno de muchos años intentando lidiar y entender y tener esa claridad de que no tengo una enfermedad y que simplemente tengo deseos y decisiones distintas al de la mayoría del grupo de personas que estaban junto a mí, y eso me ayudó a entender a mis padres. Porque cuando llegué a salir del clóset con mis papás, para ellos era algo más o menos nuevo. Ellos tampoco tenían claridad conmigo, al menos no del todo. Entonces cuando salí del clóset ellos entraron en llanto, se cuestionaban qué fue lo que hicieron mal, en qué se habían equivocado. Yo me limité a explicarles que lo mío no era estar mal. Estoy bien, estoy saludable, tengo una vida hecha, tengo una carrera, me sé valer por mí misma, soy buena persona. Pero entendí que debía pasar un tiempo entre la noticia y su asimilación.
Por ejemplo, en el caso de mi papá, le di la noticia un viernes y el lunes ya estaba abrazando a mi pareja. Supo aceptarlo, sin embargo siento que le costó mucho tiempo en entenderlo de verdad. A pesar de eso, él nunca me quitó mi lugar en su mundo como su hija. Mi madre se tardó un poco más. Si bien nunca me rechazó ni me retiró la palabra, sé que le costó mucho más que a mi padre. Pero al término de unos años lo asimiló por completo. Entendió que no era su culpa, que no había de qué sentirse culpable porque todo estaba bien.
Me siento afortunada de ser distinta al resto. Siento que esta diferencia me ha hecho mejor persona porque amplió mi espectro de la realidad y hay personas que nunca logran salir de su recuadro. Aprecio mucho esta diferencia porque me hace sentir única.