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Aldo

Yo descubrí mi sexualidad desde niño. Crecí en un pueblo muy chico en la costa de Nayarit. Aunque mi madre es de Ciudad de México y viene de una familia bastante liberal y progresista, mi papá sí viene de una familia un poco más conservadora del interior de Jalisco, aunque se mudó muy joven a Ciudad de México, entonces tampoco diría que era muy conservador.

Entonces mi vida familiar se dividía entre el campo de Jalisco y la Ciudad de México. Siento que estos dos mundos me dieron una perspectiva más amplia y yo creo que nunca pasé por una etapa de homofobia que luego experimentan algunos en el momento en que empiezan a identificar su sexualidad. Al contrario, yo veía mucho cine y las drags queens y los gays siempre me parecían personajes muy entrañables, aunque también es cierto que yo marcaba cierta distancia.

Si bien nunca fui particularmente afeminado, tampoco era un bato alfa de niño. Los primeros en darse cuenta fueron mis compañeros de clase, mis hermanos y primos, quienes me tiraban carrilla desde muy morro. Pero si hay algo es que soy más terco que joto, entonces cuando a mí me retaban con eso, terminé teniendo novias casi que sólo por contradecirlos, aunque en realidad nunca llegaba a nada físico.

Ya en la prepa, en Vallarta, hice grandes amigos y amigas pero no tuve cómo formar un grupo en el que me sintiera como súper integrado. Eso sucedió hasta la universidad, donde empecé a formar un grupo que era muy afín a mí. Ahí conocí otro compañero de clase que, pues no era tan cercano pero yo sabía que le gustaban los hombres y me atraía y como que empezamos a platicar y yo quería como que integrarlo al grupo, pero en realidad pues era porque sentía cierta atracción por él, que es con quien tuve mi primera experiencia sexual. Circuló el rumor que habíamos tenido algo y pues me eché para atrás, porque, quieras o no, hay un rastro de homofobia que te deja la sociedad. Lo curioso es que nunca me avergoncé de ello, nunca desee realmente ser completamente heterosexual, porque también sabía que había un lado pansexual y bisexual en mí.

Pero la verdad es que hasta ese punto no había tenido una relación ni una vida sexual muy activa y luego pasó que terminé la carrera y empecé a salir mucho más, en plan de ligue con chicas. Después conocí a un amigo, a un chico con el que tuve un romance de unos meses. Un romance que pudo haber llegado a más de no ser porque se mudó.

Pero tiempo después conocí a una chica e inmediatamente me enamoré muy cabrón de ella y, pues, como que mi conclusión fue que sería complicar un poco la vida elegir la vía gay, ya que yo estaba tan convencido de que ella era la indicada para mí, y que me iba a casar con ella, pensaba que querría estar siempre con ella y que mi interés por los hombres iba a quedar atrás, que podría prescindir de eso. Nuestro primer año fue de ensueño, sexual y emocionalmente hablando, aunque hubo un punto de declive, naturalmente, y decidimos darnos un descanso.

Me regresé a vivir a Nayarit donde tuve mis romances con chicas y con chicos. Pero extrañaba mucho a Ale. Volví a Guadalajara y encontré un departamento donde vivía yo solo para que ella se viniera a vivir conmigo. Yo estaba muy convencido de que mi orientación iba a quedar atrás porque mi amor por allá era más grande que eso y, pues, en algún punto le di un anillo de compromiso e íbamos a casarnos a los pocos meses. Además del tema económico, lo que aplazó la boda eran las dudas que tenía, de si estaba dispuesto a pasar el resto de mi vida sin tener una vida sexual plena.

Sucedió lo inevitable. Tuve un affaire. Me descubrió y todo estalló. Nunca en mi vida había sentido el deseo de morir, pero recuerdo que en esa época yo manejaba de regreso del trabajo por una avenida donde transitaban muchos tráilers y deseaba colisionar de frente con uno. Todo quedó en el ámbito fantasioso, no tengo ese impulso suicida, simplemente quería dejar de existir. Me sentía muy asqueado conmigo mismo.

Pasé la Navidad con mi familia en Nayarit. Me puse como meta que antes de irme a Medio Oriente hablaría con ellos de mi orientación. Eran las 2 de la tarde del 25 y mi camión salía 12 horas después de Guadalajara y todavía no le decía a nadie

A la primera que le dije fue a mi madre. Sabía que iba a ser sencillo con ella. Luego, le comenté a mi hermano mayor, quien, en el fondo, siempre supo. Cuando finalmente le dije, se quedó callado un segundo y se limitó a preguntarme si le había dicho a mi papá. Con mi padre el tema era más intrincado. Él tenía un hermano gay, el tío Macario, quien había muerto de sida en los años ochenta, por lo que venía cargando con ese fantasma. Curiosamente, se lo tomó con mucha calma, sospecho que mi madre ya le había platicado. Me dijo que me quería y me llevó a la central antes de irme al aeropuerto. Ese viaje, con mi padre, fue uno de los más significativos en mi vida.

En realidad, la salida del clóset que más me costó y la que tuvo mayores repercusiones fue con Ale. Pero no fue tanto por mi orientación sexual sino por el tema de la infidelidad.

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