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Andy

La verdad es que yo tenía clara mi sexualidad desde que tengo memoria. Siempre me he sentido atraído a las personas de mi propio sexo.

Crecí en un ambiente familiar con cierta carga religiosa. Mis padres eran, por así decirlo, católicos sociales. Y este tipo de crianza hizo que yo me sintiera extremadamente culpable por mi orientación sexual, al menos en un inicio, cuando era más morro. De hecho, una vez me confesé con un padre para insunuarle que era gay, que había visto pornografía, y me fue re mal. Se enojó conmigo y me sermoneó. Desde entonces, decidí mantener mi orientación sexual en secreto.

En la adolescencia fue muy difícil, me sentía invadido por sentimientos de culpa. Además de la homosexualidad, yo tenía problemas de sobrepeso y era muy aplicado en la escuela, lo que me convertía en un blanco fácil para el bullying. Sí. Sufrí mucho acoso de adolescente, mucho. No solo en mi escuela, sino también en mi casa. Mi papá era mi papá muy abusivo, psicológicamente hablando. Lo mismo mi hermana y hermanos quienes eran particularmente crueles ya que, en realidad, ambos eran closeteros. Mi hermana y cuate salieron años después. En fin. Viví unos años muy difíciles con mucha depresión, incluso llegué a coquetear con algunos pensamientos suicidas. Sinceramente no sé cuánto duró esa época oscura, la tengo medio bloqueada. Pero afortunadamente mis amigos y amigas fueron muy receptivos conmigo y se convirtieron en mi red de apoyo, en mi familia elegida.

La hermana de una íntima amiga mía era lesbiana. Ella fue quien me introdujo a la escena gay en Guadalajara, cuando yo tenía unos 16 o 17 años. Descubrí los bares, los antros gay, y claro, la vida nocturna… me encantó. Nunca me conflictuó, por lo contrario, cuando llegué ahí me maravillé y dije “ah, aquí pertenezco”. Me salía a escondidas de mi casa, me hice adicto a la vida nocturna gay. Ella, la hermana de mi amiga, fue también quien me ayudó mucho para poder aceptarme y a quererme como soy, a aceptar mi sexualidad.

Evidentemente mis padres me sorprendieron llegando de madrugada en más de una ocasión, y, pues, empezaron a preocuparse, a cuestionarme. Una de esas veces, mi mamá me estaba esperando en la cocina y me empezó a interrogar, que si estaba metido en drogas o por qué llegaba tan tarde. Sentí que ése era el momento y me abrí con ella y le dije la verdad, que soy gay y que me gusta la vida nocturna. Ella no lo tomó tan mal como pensaba, pero tampoco me dio palabras de apoyo emocional. De hecho me amenazó con que le iba a contar a mi padre. Y así fue. Un día, cuando volví de la escuela, mi padre me dijo que ya sabía y que yo ya no podía vivir en la casa, argumentando que contagiaría a mis hermanos y los convertiría en homosexuales. Como no había manera de contrarrestar su incongruencia, agarré mis cosas y me fui. Mi mamá lloraba como María Magdalena pero, pues, en realidad no hizo nada para impedirlo.

La mamá de un amigo que estaba fuera del país, me dio asilo durante un tiempo; asilo y contención emocional. Platicaba mucho con ella y me ayudó a procesarlo. Todo se dio de manera muy dramática. Mis padres se mostraron muy inmaduros. Después de un tiempo me pidieron que volviera, pero bajo los nuevos lineamientos de mi padre, bajo la condición de que no tuviera ningún contacto con amigos gay; de ir con un psicólogo; de dormir en el cuarto de servicio y, parafraseando a mi padre, de “tratar de cambiar”. Accedí a regañadientes. No tardé en entrar en depresión por el trato desigual que me daban. Me sentía inadecuado, que no pertenecía con mi familia biológica, así que decidí irme un año a Playa del Carmen y de ahí me independicé por completo.

La aceptación de mis papás fue muy paulatina, o sea, nunca se habló realmente del tema. Yo empecé a tener relaciones serias con hombres y muchas veces las familias de mis novios eran más receptivas que la mía. Mis amigos también fueron una gran red de apoyo. Yo tenía miedo de salir del clóset con cualquiera y ellos fueron los primeros a quienes les conté que era gay. Todos lo tomaron muy bien, me aceptaron sin reparos y sentí mucho apoyo de su parte.

Siento que el problema de antes era que le dábamos, le daba, demasiada importancia al tema de la sexualidad. Después de todo, no es más que un pequeño rasgo de las personas. Afortunadamente, las nuevas generaciones ya no le dan tanta importancia a la orientación sexual de las personas. Es un tema súper personal en el que nadie debería de meterse. Lo que aprendí de todo este proceso es que uno tiene que centrarse en lo quiere y en su propia felicidad. La sexualidad no es no es algo que debería pensarse en plural.

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