Diversidad

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Brenz

Yo tengo 26 años y soy originaria del Puerto de Veracruz. Mi niñez fue pues, yo diría, bastante tranquila en muchos aspectos. Nunca sufrí discriminación durante mi infancia debido a mi orientación o identidad de género. En realidad para ese entonces no tenía clara mi identidad de género. Hay que recordar que son varios los componentes de cada personas: está nuestra orientación sexual (lo que nos atrae); nuestra identidad (con la cual nos identificamos) y nuestra expresión de género (cómo la manifestamos). Pero pues yo no me sentía discriminada por los demás. En todo caso me sentía juzgada por mí misma, por una cuestión interna, por lo que no era tan libre como lo soy ahora. Más que nada los códigos sociales me hacían sentirme un poco deprimida, pero mi entorno inmediato no era tan problemático.

Me empecé a dar cuenta de mi orientación sexual alrededor de los 10 u 11 años, cuando empezaba a sentir una atracción hacia los hombres, aunque en ese entonces no pensaba en mi identidad sexual. Pero no fue sino hasta los 15 que decidí salir del clóset con mi familia. No me fue tan difícil, en realidad, más que nada me daba miedo a hablar, decir las cosas, de encontrar las palabras para poder expresarme. Mi peor miedo fue cómo empezar la conversación.

Mi primera vez salí con mi mamá, a los 15 años, y un año después salí con mis abuelos, quienes eran mis padres adoptivos. La verdad es que mi familia me aceptó muy bien. Cuando me vine a vivir a la Ciudad de México y me descubrí como una mujer trans, tardé un año y medio en decirles, en salir del clóset por segunda vez, esta vez en torno a mi identidad sexual.

La verdad es que nunca sufrí un rechazo de parte de mi familia ni de mi entorno cercano. En todo caso les costó más trabajo aprender a referirse a mí, a acostumbrarse a mi nombre femenino, pero era de esperarse.

Me siento muy afortunada, la verdad es que he sido muy privilegiada de haber tenido esta aceptación de parte de mi entorno cercano. En cuanto a la sociedad en general, creo que la aceptación depende de que tan normativamente correcto luzcas, de que encajes estéticamente en la idea que tenemos de un rol social determinado. Siempre he sido muy femenina en mi forma de ser y expresarme, y eso me ayudó mucho a que mi aceptación social fuera más natural.

Más que agresiones violentas, físicas, he sufrido de acoso verbal en la calle, que te están hablando, silbando, chuleando, etcétera. La gente confunde los signos. No porque mi expresión de género sea de mujer trans significa que me gusten los hombres. En mi caso, por ejemplo, me considero bisexual. La gente no tiene aún muy claras las diferencias entre identidad, orientación sexual y expresión de género.

Cuando finalmente salí del clóset sentí un alivio, no tanto por un miedo al rechazo o a una reacción violenta, sino porque ya quería ser quien soy ahora, de expresarme como soy. Pero bueno, había un peso a final de cuentas, un peso que se esfumó y lo que siguió fue un sentimiento de liberación absoluta.

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