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La idea de que la Argentina no puede construir proyectos de largo plazo y que siempre está a la espera del próximo cimbronazo es un lugar común. Las crisis económicas y políticas con las que convivimos en espirales le dan sustento a esta idea.
A contrapelo de esta experiencia, sin embargo, la democracia argentina edificó una organización estatal que es a la vez un producto y una respuesta a esa incertidumbre. En efecto, la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), está en el corazón de dos fenómenos entrelazados las últimas décadas: la ampliación de protecciones sociales en una sociedad cada vez más fragmentada y la gestión política de las crisis.
La informalidad y la precarización laboral excluye de derechos sociales a una parte muy importante -por lo menos un tercio- de los trabajadores. Esta realidad, y el empobrecimiento sostenido ligado al estancamiento y la inflación, confronta al Estado no sólo con un problema social profundo sino también con un imperativo político ¿Cómo contener a una sociedad que no deja de fragmentarse? ¿Cómo visualizar y proteger a aquellos que quedan por fuera de los registros estatales y de las organizaciones sectoriales?
ANSeS es un instrumento de estabilización política que prescinde de los grandes actores colectivos, que utiliza tecnologías de gestión y comunicación digitales y personales. Creada en 1991 por el gobierno de Carlos Menem, fue un pilar de la expansión y diversificación de las políticas de bienestar que siguieron a la crisis de 2001.
Como mostramos en “De bobo nada. Cómo funciona la ANSeS y por qué pone en cuestión los mitos contra el Estado” (publicado recientemente por Siglo XXI), ANSeS permite explorar una línea argumental poco transitada en la Argentina; la de la construcción de capacidades estatales.
Aún de forma zigzagueante, a prueba y error, con las políticas delante de los recursos, ANSeS acumuló los últimos 20 años un capital informacional, tecnológico, logístico y administrativo sin el cual es complejo imaginar el gobierno de nuestro país.
ANSeS llega a personas de diversas clases sociales, con estatutos laborales varios, en distintos momentos vitales de sus vidas. La innovación más significativa fue que desacopló, en cierta medida, el acceso a las protecciones del estatus del asalariado formal, lo cual atemperó el sufrimiento social. Pero esto mismo generó malestar.
ANSeS administra un esquema masivo pero diferenciado de beneficios sociales. No universalizó coberturas ni equiparó niveles de protección. El mundo de trabajadores informales, precarios, independientes, cuentapropistas, sin hijos o con hijos ya grandes, con ingresos variables y muy vulnerables a las coyunturas económicas, no goza de sus prestaciones.
La segmentación de la protección social, en la adversidad económica, astilla la legitimidad de estas políticas. Irrita a los que no tienen cobertura y a los que sí. Las comparaciones son infinitas cuando la perspectiva está en el entorno próximo. Siempre hay alguien que obtiene más derechos, más ingresos, más servicios, más subsidios.
Las transferencias masivas no han resuelto las controversias sobre qué hacer con la fragmentación social. Tampoco suturaron los problemas de legitimidad de las políticas de bienestar ni disolvieron la larga historia del estigma del asistido. Aun así, por ahora es difícil imaginar un orden social que prescinda de ellas. ANSeS seguirá ofreciendo recursos de gobernabilidad.
https://www.clarin.com/opinion/anses-burocracia-gran-magnitud-multiples-usos_0_zxwSzIZi55.html