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Hace algún tiempo, existían dos aldeas. En una, cada persona ahorraba parte de sus ganancias para invertir en su propio campo, mejorando su producción y compartiendo los frutos con la comunidad. Estas inversiones generaban más riqueza y oportunidades para todos, fortaleciendo la aldea.
En la otra, los líderes decidieron que todos debían contribuir con una gran parte de sus cosechas a un granero común. Este granero servía para alimentar a quienes ya no podían trabajar. Con el paso del tiempo, había cada vez menos personas trabajando y se pedían más contribuciones, incluso imponiendo nuevos tributos, ya que lo que se colocaba no era suficiente para soportar el sistema. Los aldeanos tenían menos para sí mismos y perdían motivación para mejorar sus campos, ya que sus esfuerzos no les beneficiaban directamente; por el contrario, se les pedía más y más contribuciones para los demás, y poco o nada quedaba para ellos ahorrar y producir más.
Luego de un tiempo, la primera aldea se desarrolló sosteniblemente gracias al esfuerzo individual y a las inversiones que contribuían al bienestar común. La segunda aldea, por el contrario, enfrentó escasez y descontento, ya que el sistema no era sostenible y, por ende, no podía ser solidario – por mucho que algunos aldeanos dijesen que su sistema sí lo era…
Aunque parezca ilógico – y poco solidario – en nuestro querido Panamá algunos desean que manejemos nuestro preciado sistema de pensiones como la segunda aldea del relato que les acabo de contar. Sí, como lo está leyendo, algunos quieren que el mismo termine halándonos a todos a un agujero negro que solamente tome fondos, de manera descontrolada y creciente en el tiempo, y que nos llevaría a un desenlace socioeconómico fatal y sin precedentes.
El mal llamado sistema solidario, que no es más que un sistema de reparto donde se toman los aportes que realizan los trabajadores para pagar las pensiones de los actuales jubilados y pensionados, es como ese granero común que toma y toma y se vuelve insostenible en el tiempo. Este termina convirtiéndose no solo en un sistema que no es financieramente sostenible, ya que gasta más de lo que toma en ingresos, sino que tampoco es socialmente sostenible, puesto que depende de cada vez más aportes del gobierno y que sale de los bolsillos de cada uno de nosotros a manera de los impuestos que pagamos. En lugar de dedicarle esos impuestos a mejorar la educación, la salud, seguridad, o las calles, se termina tomando los impuestos para cubrir una promesa que no tenía manera de cumplirse.
Si vemos las propuestas que han realizado varias de las agrupaciones que están participando en el Conversatorio por la CSS, se habla de tomar el dinero de los contribuyentes (como porcentaje del PIB) para desviarlo a cubrir la insostenibilidad propia del sistema de reparto. A su vez, se habla de nuevos impuestos o aumento a algunos ya existentes, lo cual redunda en menos plata en tu bolsillo, o de tomar parte de los aportes del Canal – los cuales ya se usan en su integridad para cubrir otros gastos importantes del gobierno – para ser “solidarios”. En fin, han querido vender todo tipo de fórmula mágica para sostener lo insostenible, pero no se dan cuenta que esto termina, entonces, convirtiéndose en una reforma fiscal que le pega a todos – en especial a la clase media y trabajadora.
Se preguntarán, ahora, si el sistema de reparto sigue el modelo de la segunda aldea, cual sería el sistema que sigue el modelo de la primera. Pues sería el propuesto por el sector privado, y es aquel uno basado en el ahorro personal, que le permitirá a cada persona disfrutar de una jubilación basada en su esfuerzo y en las inversiones que se generaron gracias al ahorro que acumularon con el paso de los años. Por la consistencia del ahorro, y los intereses que generan las inversiones, las pensiones que se llegan a pagar son igual – o hasta mejores – de las que se pagan hoy en día.
Y son justamente esas mismas inversiones las que crean beneficios sociales, ya que una parte importante de estas se realizan en nuestro país. Ese dinero ahorrado e invertido termina convirtiéndose en plata para construir mejores escuelas, hospitales, carreteras y autopistas; es decir, todos nos beneficiamos del ahorro personal, convirtiéndolo en el sistema realmente solidario. Igualmente, al estar basado en ahorro, el sistema es sostenible en el tiempo y no les crea presión a las finanzas nacionales, lo cual previene cualquier necesidad de aumentar impuestos o crear nuevos para sostenerlo. En otras palabras, es tanto financiera como socialmente sostenible.
Como nadie se puede quedar atrás, el sistema que propone el sector privado tiene otro componente importante, y es el de una pensión para aquellos que, por el motivo que fuese, no han podido acumular lo suficiente con su ahorro personal. A estas personas se les garantizará, con el aporte de todos, una pensión que prevenga la pobreza en la vejez, mientras que el sistema trabaja para que cada vez las condiciones socioeconómicas sean mejores, con trabajos más dignos y gratificantes, que permita ir disminuyendo con el tiempo las dificultades que previenen la capacidad de ahorrar y de poderse valer por uno mismo.
Desde el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICYP), respaldamos firmemente el encaminarnos hacia un sistema basado en ahorro personal, con un componente para aquellos que no hayan podido acumular suficientes ahorros durante su época productiva, para que las pensiones en nuestro Panamá sean realmente sostenibles, dignas, y que nos llevan a tener un país donde se fomente la responsabilidad individual, llevándonos a una verdadera sostenibilidad.
«La Parábola de la Aldea: Reflexiones sobre el Sistema de Pensiones en Panamá»