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Imagina la vida de María, una vendedora ambulante en Santo Domingo. Cada día, bajo el sol abrasador, recorre las calles ofreciendo sus productos, luchando por llevar el sustento a su familia. María es parte de los millones de personas en el mundo que conforman la economía informal, un sistema que, a menudo, los deja vulnerables y atrapados en un ciclo de pobreza.
La economía informal es un fenómeno que afecta a muchos países en desarrollo, como la República Dominicana. Se refiere a las actividades económicas que no están registradas ni reguladas por el gobierno, lo que significa que operan al margen de la ley. En este tipo de economía, los trabajadores y las empresas no pagan impuestos ni contribuyen a la seguridad social, y a menudo no tienen acceso a los beneficios laborales que ofrece el sector formal. Aunque puede parecer una solución rápida para obtener ingresos, la economía informal presenta desafíos importantes tanto para los individuos como para la economía en general. Al no estar regulada, la economía informal no tiene un marco legal claro. Los trabajadores suelen carecer de protecciones como el salario mínimo, derechos laborales, seguro médico y jubilación, lo que los hace vulnerables a la explotación y la pobreza. En muchos casos, las personas que trabajan en este sector lo hacen porque no encuentran oportunidades en la economía formal, donde las barreras de entrada pueden ser altas debido a la burocracia, los costos de registro o la falta de acceso a financiamiento.
La existencia de una economía informal tan extendida tiene varias consecuencias negativas:
Primero, pérdida de ingresos fiscales: Las empresas y los trabajadores que operan en la informalidad no pagan impuestos, lo que priva al gobierno de ingresos esenciales para el desarrollo del país. Segundo, la falta de acceso a derechos laborales y protección social aumenta la desigualdad entre los trabajadores del sector formal e informal. Muchos empleados informales viven en condiciones de pobreza. Tercero, las empresas informales tienden a ser menos productivas porque no tienen acceso a financiamiento, tecnología o capacitación. Esto afecta el crecimiento económico a largo plazo. Y cuarto, inseguridad jurídica: Los trabajadores y empresarios informales no pueden recurrir a mecanismos legales en caso de disputas o abusos, lo que los deja desprotegidos.
En la República Dominicana, el Banco Central reporta que 56% de los trabajadores son informales. Aunque el país ha experimentado un crecimiento económico en los últimos años, la alta tasa de informalidad sigue siendo un desafío importante. La falta de acceso a empleo formal, sumada a un sistema regulatorio que puede ser complicado y costoso, impulsa a muchos dominicanos a trabajar de manera informal.
El gobierno ha tomado medidas para combatir la informalidad, como la simplificación de los procedimientos de registro para pequeñas empresas y la creación de incentivos para formalizarse. Sin embargo, estos esfuerzos aún no han sido suficientes para reducir significativamente la tasa de informalidad y todavía hay barreras básicas en la bancarización como el pago del 0.15% sobre transferencias electrónicas.
Un país que ha tenido éxito en mantener una baja tasa de informalidad es los Países Bajos. Aunque su contexto económico y social es diferente, algunas de sus estrategias pueden servir como modelo para la República Dominicana:
Simplificación regulatoria: En los Países Bajos, iniciar un negocio es un proceso rápido y accesible, lo que reduce las barreras para formalizarse. Adaptar este enfoque a la realidad dominicana podría facilitar la creación de empresas formales.
Beneficios para los trabajadores: Los Países Bajos cuentan con un sistema robusto de protección social, lo que incentiva a los trabajadores a preferir el empleo formal. Mejorar las condiciones laborales y los beneficios sociales en la República Dominicana podría atraer a más personas al sector formal.
Educación y capacitación: En los Países Bajos, el gobierno invierte en programas de capacitación para ayudar a los trabajadores a desarrollar habilidades que les permitan acceder a mejores empleos en la economía formal. En la República Dominicana, fomentar la capacitación laboral podría aumentar la productividad y reducir la necesidad de recurrir a trabajos informales.
En conclusión, reducir la economía informal requiere un enfoque integral que combine la simplificación de los procesos regulatorios, la mejora de las condiciones laborales y una inversión en la capacitación de la fuerza laboral. La experiencia de los Países Bajos puede ofrecer valiosas lecciones para la República Dominicana en su lucha por una economía más inclusiva y formal.
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