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Por: ALVARO VELARCA
Hace poco abordé la visión del presidente Salvador Allende (principal impulsor de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social, CISS, fundada en Santiago en 1942, cuya sede actual está México) cuando proponía centrar el programa de trabajo del gobierno en torno a un Estado de Bienestar, utilizando a la seguridad social como articuladora de la justicia social.
En su administración, Allende enfrentó dos temas que coinciden con el quehacer de un organismo como la CISS: uno, el impulso de la seguridad social y dos, las relaciones internacionales.
Respecto al primero, de los 40 puntos de su programa de gobierno, 10 correspondían a seguridad social; éstos fueron parcial o totalmente atendidos durante su gobierno. Entre estos puntos, destaca la incorporación de grupos de difícil afiliación al sistema previsional: pequeños comerciantes, trabajadores independientes, pescadores, campesinos, entre otros, logrando afiliar a 700 mil personas (11% de la población adulta). En 1971, el 70% de los chilenos contaba con seguridad social.
Respecto al segundo punto, Allende denunció en múltiples foros el boicot de Estados Unidos (cuyos intereses fueron perjudicados, entre otras cosas, por la expropiación del cobre) contra la transformación que emprendió, mediante bloqueos financieros, aranceles a productos chilenos y manipulación del precio del cobre (principal exportación de Chile), por citar algunos ejemplos.
Comprendió la importancia de reforzar las relaciones internacionales de Chile, particularmente con Latinoamérica, como elementos clave para contrarrestar los embates que padecieron y que terminaron con el golpe de Estado, su gobierno y su vida.
En este contexto, Chile tuvo una activa participación en espacios internacionales. Promovió incansablemente el proyecto transformador chileno como bastión de defensa contra el imperialismo. En la Asamblea General de la ONU de 1973, denunció el intervencionismo de Estados Unidos y enumeró una por una las muestras de solidaridad internacional que recibió su país para enfrentarlas.
Ciertamente, algunos países mostraron su decidido apoyo antes, durante y después del golpe de Estado. México, país sede de la CISS, actuó destacablemente. Como mexicano, es un orgullo saber que nuestro país ha mantenido –con algunas deshonrosas excepciones– una postura de defensa de la dignidad y soberanía de los pueblos latinoamericanos y caribeños frente al intervencionismo.
En Guadalajara, Allende dijo que “las fronteras deben estar abolidas y la solidaridad debe expresarse con respeto a la autodeterminación y la no intervención, entendiendo que puede haber concepciones filosóficas y formas de gobierno distintas, pero que hay un mandato que nace de nuestra propia realidad que nos obliga –en el caso de este continente– a unirnos”.
El de Allende es un legado importante para la CISS: espacio que promueve el intercambio de ideas entre la membresía, con neutralidad y pleno respeto a las diferencias. Todas las visiones y formas de gobierno tienen voz y espacio. Todas las naciones necesitan de sus vecinos y hay cosas que aprender uno del otro: los aciertos, para intentar replicarlos, pero también los errores, para no repetirlos. Queremos conocer las experiencias de cada país en su legítima aspiración para abatir las diferencias y desigualdades, y asegurar la universalidad de la seguridad social. ¿Qué caminos han elegido unos y otros para lograrlo, y qué resultados se obtuvieron? Las respuestas a estas interrogantes se dan ahí, precisamente en esos espacios de concierto internacional.
https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/el-legado-de-salvador-allende-10809155.html